miércoles, 3 de marzo de 2010

Nosotros y los temblores

Lo dijo Josmar


“No sé porqué no me quieren creer. Si nos unimos a orar sin distinción de credo podemos evitar el terremoto, porque es Jesucristo el que nos llama. No importa el precio que tenga que pagar, Dios me dijo que viene pronto y de aquí sale a las naciones, Cristo vive y es real”*, y aunque muchos se rieron de él, hoy, después de atestiguar 2 terremotos muy destructivos en países, por así decirlo, familiares, más de uno ha empezado a recordar la profecía del cristiano pastor boliviano que desafío la seguridad nacional con 2 latas de Jumex llenas de tierra y unos foquitos. Yo me río de los que reivindican la teoría josmariana, pero es un hecho que los reportes de los terremotos de Haití y Chile han revivido algunas de las charlas favoritas de los mexicanos cómo: “Dicen, (hay que decirlo con todo de evocación, cómo refiriéndose al ente etéreo que le susurró a Josmar la profecía que debía compartir con Calderón a toda costa) qué va a haber un temblor ¡más fuerte que el del 85!” y en seguida sacar la anécdota de dónde uno estaba aquella fatídica mañana del 19 de Septiembre.



Con la palabra temblor en el aire, el tema geofísico ha tomado por asalto los medios de comunicación, sobre todo en los espacios más bien pedestres, tanto serios, primordialmente noticieros, como muy poco serios, programas de revista.



Las notas de un probable mega sismo en México, emanado de la tétrica costa de Guerrero, han ya aparecido en varios medios de comunicación, igual que en 1995 cuando entre Septiembre y Octubre se dieron dos sismos mayores a los 7 grados Richter, uno de los cuáles provocó severos daños en Manzanillo. En aquel tiempo incluso algunos se aventuraron a decir que los temblores se debían a una cuestión cíclica en referencia al décimo aniversario del 85’. Las conductoras de Televisión y algunos artistas también han salido con la ocurrencia de que los sismos y las tormentas son manifestaciones beligerantes de una tierra “enojada” que vomita todo lo que le hacemos y busca escarmentarnos. El colmo fue encontrarme con el comentario de una lectora de reforma.com que tuvo a bien mencionar que existía una relación entre el calentamiento global y los terremotos, dado que una temperatura más alta en la atmósfera contribuía a dilatar los minerales contenidos en el suelo y por consiguiente a desestabilizar la corteza terrestre. Igualmente comentarios en youtube.com, colocados a razón de los videos que recuerdan las ocurrencias de Josmar, y sugieren que deberíamos de hacerle caso al pastor y comenzar a rezar para evitar que el rosario de terremotos que han remecido la tierra en las últimas semanas culmine con un evento de proporciones bíblicas en México.



Científicos del servicio sismológico de los Estados Unidos aseguran que es posible pronosticar temblores pero basan esa posibilidad en el hecho de que cada día se registran miles de sismos alrededor del mundo, por lo que cuando uno dice: “Mañana va a temblar”, hay muy grandes posibilidades de que así sea, pero muy pocas de que alguien lo sienta y te de la razón. Lo que si es seguro es que hasta ahora es imposible calcular el momento exacto o al menos cercano en que seremos embestidos por un sismo catastrófico.



Mi opinión es que los sismos son cómo el clima, el más cercano y fresco en la memoria es considerado el peor por la sabiduría popular.



Muchos siguen diciendo que el acontecido durante la crisis de la influenza estuvo ¡horrible! Cuándo sólo alcanzó una magnitud de 5.9 grados Richter. Sin embargo fue el último que sentimos en México. A esa variable se debe agregar que también el más cercano es considerado el peor. Haití, sin duda es el terremoto internacional que nos tocó más cerquita, y esa percepción de cercanía también se acrecentó por el hecho de que fue el más cubierto por los medios mexicanos; por ello también fue el que más marcó a la gente, a pesar de que 9 días antes, un temblor de igual intensidad provocó un Tsunami que destruyó las islas Salomón y dos semanas después otro idéntico azotó las Islas Ryukyu de Japón. Lo más impresionante es que un temblor 800 veces más poderoso, cómo fue el de Chile, ha impactado mucho menos a los medios locales y por lo mismo copado en menor medida el consciente colectivo.



Me parece que en contra de la afición de México por Chile hay varios factores. El primero es que sigue siendo un país lejano geográficamente para nosotros y constantemente ausente en nuestro mapa del mundo. Si no fuera por el Pony Ruiz y el goleador toluqueño Mancilla, nuestras referencias a Chile bajarían aún más. De la misma manera muchos medios internacionales agotaron sus baterías y recursos en Haití y además les es mucho menos dramático el panorama chileno considerando que aún son sólo cientos de muertos y que los chilenos no son ni remotamente tan pobres como los haitianos.



Para sumar al argumento de que lo más fresco es lo que más impacta me gustaría retomar el razonamiento reciente de varios que han marcado éste periodo como atípicamente tembloroso, y acotarlo con el argumento de que entre 1900 y 1902 México sufrió el embate de 5 movimientos telúricos de entre 7.8 y 8.2 grados Richter y un proceso similar se dio entre 1928 y 1932. El mismo Chile sufrió el temblor más fuerte jamás registrado en 1960 con 9.5 grados Richter y en la misma década de los 60’s otro de 8.5 golpeó las Islas Kuril cerca de Alaska y uno más de 8.7 las islas Rat en el archipiélago de las Aleutianas. Con esto también tiramos por tierra la idea de que la tierra se retuerce reaccionando a nuestra actividad contaminante casi parasitaria, ya que en esos dos periodos el impacto de la actividad industrial era mucho menor.



Los sismos sólo dejan ver que el planeta está vivo y evolucionando. A los hombres nos duele pensar que la evolución del planeta nos puede pasar de largo y costar la existencia en éste mundo. Es claro que somos un ingrediente muy pequeño del cosmos y que si fuéramos más humildes estaríamos conscientes de que caminamos hacia la extinción, en un proceso que no depende de nosotros.



Ahora que si nos vamos a poner en la tesitura de pensar que los temblores se originan en la acción o inacción humana, me atrevería a pensar que la desastrosa actuación de Anahí en el festival de Viña del Mar (ataviada con vestido de novia y con cuchillos ensangrentados enterrados en la espalda) fue la que causó el empujón de la placa de Nazca que destruyó Concepción y que el remake de “We are the World, we are the children” cantado por luminarias latinas como Christian Castro, Olga Tañón, Talía y Paulina Rubio para apoyar a Haití, no hará otra cosa que levantar ampula en la falla de El Caribe y provocar otro cataclismo en la Isla de La Española. Se oye estúpido, igual que todos los razonamientos que marcan al hombre cómo un factor importante en fenómenos que nos sobrepasan infinitamente.





*José Marc Flores, pastor Cristiano, secuestrador del vuelo 576 de Aeroméxico el 9 de Septiembre de 2009, en entrevista con Milenio