miércoles, 17 de febrero de 2010

Los haitianos y sus negocios

El 12 de enero de 2010 Franz, un técnico de origen haitiano qué trabaja en el centro de satélites y transmisiones de Reuters en Washington, no tuvo tiempo de lamentarse por el terremoto que había destrozado su país. Momentos después de que se supo la noticia, y considerando que las comunicaciones en el país caribeño iban a estar caídas, comenzó a recibir llamadas de desesperados editores y jefes de logística de la agencia para que sugiriera empresas que arrendaran una unidad móvil de satélite y así garantizar el flujo de imágenes de video que decenas de televisoras alrededor del mundo pedían con desesperación.

Haití era ya una historia global pero las escenas de la tragedia llegaban a cuenta gotas. Unas 3 horas después de que el sismo fue reportado, llegaron al servidor de la mesa de Latinoamérica y el Caribe, Washington DC, algunas de las primeras imágenes, las que mostraban el palacio presidencial en ruinas. El material llegó tras una transmisión casi heroica del camarógrafo haitiano de la agencia, Jean Valme, quien milagrosamente consiguió una línea de Internet para mandarlas por FTP. Los editores de Valme veían como el corresponsal se la ingenió para mandar durante toda la noche videos de entre 40 segundos y un minuto que iban dando idea de la tragedia y constituían la única cobertura disponible a nivel mundial durante horas. Valme no habló con su editorial hasta el día 13 por la tarde cuando encontró un teléfono funcionando, no sabía en realidad si lo que mandaba llegaba o no.

Por suerte, Franz llevaba varios días hablando con una empresa de equipos satelitales en Miami, por que había interés de la agencia en trasladar una unidad y transmitir aspectos de los coloridos carnavales haitianos. Newsedit era el nombre de la empresa y su dueño, Ricardo, comenzó a perfilar una estrategia con Franz. Ricardo dispuso que su equipo en Miami conseguiría un avión privada para trasladar el equipo y a algunos reporteros y editores de Reuters. Franz aceptó y pidió que llevaran como asistente en campo a un hombre de su confianza que vive en Fort Lauderdale, Jimmy, haitiano también, con pasaporte americano, hablante de Inglés y Creolle y con buenas conexiones en Puerto Príncipe.

El miércoles 13, salieron desde un aeropuerto privado de Miami, el equipo de newsedit con 2 técnicos en comunicaciones, un fotógrafo, un productor y el citado Jimmy. Iban con rumbo a la isla la Española, intentarían bajar en Puerto Príncipe y si no era posible se desviarían a Santo Domingo y buscarían llegar por tierra. Poco más de una hora llevó el vuelo, al acercarse a Puerto Príncipe, el piloto pidió permiso para aterrizar pero le fue negado. Los ocupantes de la aeronave le pidieron que se mantuviera volando en círculos e insistiera. Finalmente, y posiblemente fruto de una confusión se le dio autorización, aterrizó y los ocupantes bajaron de el avión en cuestión de minutos llevando con ellos todo el equipo. El avión despegó del aeropuerto al momento de ser bajado todo el equipaje. Una vez en el campo Jimmy comenzó a operar.

Lo primero que hizo Jimmy fue instalar a la gente de Reuters y de Newsedit en el edificio de aviación civil haitiana. Acordó un precio con los encargados y casi con seguridad quedo en otro precio con Reuters, la diferencia sería parte de sus honorarios. Ya en un lugar seguro, con la unidad móvil operando y los reporteros enviando por medio de la señal satelital, Jimmy comenzó a trabajar otros negocios. Primero ofreció un auto y un motociclista para mover con agilidad a los reporteros entre las ruinas de Puerto Príncipe por 800 dólares diarios y cuando se acabaron las latas de atún de los recién llegados, ofreció un servicio de comida para todo el equipo por 400 dólares más al día. Al igual que con el edificio de aviación la diferencia entre lo cobrado y lo pagado a los trabajadores y chóferes era amplia e iba a manos de Jimmy.

Jimmy entonces era el interlocutor entre los recién llegados, que percibían una zona en caos e infranqueable para el extranjero, sobre todo por el extraño creole que hablan los oriundos, y los desesperados habitantes que habían visto derrumbarse sus fuentes de trabajo en segundos. Jimmy entonces era el aceite que engranaba la cobertura y una de las pocas fuentes de trabajo en la ciudad. Siempre jugaba con ventaja.

Muchos de los recomendados por Jimmy fueron a su vez enviados por el ya antes mencionado corresponsal Jean Valme. Al igual que Jim, Valme es un haitiano aventajado, habla inglés, tiene conexiones y los extranjeros lo conocen y le tienen confíanza. Jean dispuso de chóferes, motociclistas, traductores, asistentes de camarógrafo y camarógrafos propios que arrendó por medio de Jimmy a la agencia para apoyar en la cobertura del desastre. La ganancia de cada uno de los contratados sería fiscalizada por Valme.

En su parte del negocio Reuters y News edit obtuvieron muchos beneficios también. Reuters obtuvo contratos jugosos con la CBC (Televisión nacional canadiense) y dio una cachetada con guante blanco a CNN (quien rescindió su contrato con Reuters hace un par de años) cuando le permitió usar poco de su video, dándole crédito a la agencia, tras 15 horas en las que CNN no tuvo ninguna imagen porque sus afiliados y proveedores no habían reaccionado a tiempo. Seguramente la agencia recordará el episodio cuando el gigante norteamericano de las noticias se acerque a negociar un posible contrato.

Newedit por su parte instaló dos frecuencias de subida satelital desde su equipo, una era de uso exclusivo para Reuters, quien pagaba por el servicio 24 hrs, mientras la otra estaba abierta a cualquier canal que quisiera transmitir video editado o enlaces en vivo con sus noticieros. El costo para los canales variaba de entre 350 y 700 dólares por segmento de 15 minutos. Se mantuvieron activos las 24 hrs por 10 días, obteniendo entre 33 mil y 66 mil dólares diarios ,adicionales a lo que recibían de Reuters.

Cuando los canales vieron mermado su presupuesto y que el interés de la audiencia iba a la baja, sacaron a sus reporteros y se siguieron alimentando de las agencias. Ricardo pensó entonces en sacar a su gente, entre ellos a un técnico peruano, Jorge Rodríguez, que fue contratado sólo para esta operación. El día que Jorge se iba, recibió un mail de Ricardo, decía que tenía que quedarse, que había vendido el equipo en unos 60 mil dólares y que los nuevos dueños lo iban a mantener en Haití para seguir operando los equipos y capacitar a un ingeniero local.

Jorge conoció a sus patrones unos días después cuando Franz, Jimmy y Jean se presentaron como los socios compradores de los aparatos. Sus ganancias, producidas por el jineteo de recursos humanos y de capital, fueron tal vez menores pero alcanzaron para montar un negocio que derivó en miles de dólares diarios por cerca de un mes de operación

En Haití la mayoría de la gente vive ajena al exterior, su primera barrera es el idioma. La mayoría analfabeta no pudo asistir a la escuela y por ello no aprendió francés y mucho menos inglés. Su percepción del exterior es corta y la percepción de ellos en el exterior también lo es. Muchos extranjeros se sienten por demás extraños en un país donde casi la totalidad de la población son negros puros de ascendencia centro africana que hablan una mutación del francés y se visten con ropa y zapatos usados traídos de países del primer mundo. Se sienten incluso incomodados por sus gritos recurrentes y la posibilidad de que se líen a golpes en cualquier momento, igualmente por el hecho de que hombres, mujeres y niños orinen o defequen en las calles de forma irrestricta.

Los ricos haitianos, son por lo general un poco menos negros, incluso mestizos, manejan vehículos todo terreno por las calles de puerto príncipe y usan la mayor cantidad de oro que pueden. Sus casas y propiedades son resguardadas con alambre de puas, murallas y uno o dos guardias con rifles de grueso calibre. Dominan toda la economía e importan lo que quieren. En la ciudad hay agencias de Porsche y Land Rover frecuentadas por los acaudalados caciques haitianos.

Casi nadie prospera en Haití, pero los que lo hacen ganan mucho y dominan todos los negocios. Se reúnen en los pocos cafés y restaurantes de la ciudad, donde todo cuesta una fortuna y por lo mismo es exclusivo de los de su clase. Son hacendados y el 95% de los comunes y corrientes que aquí viven trabajan o no trabajan de acuerdo a su voluntad. Cuando la ciudad se cayó, muchos se marcharon a la vecina República Dominicana, a otras islas del Caribe e incluso a Norteamérica. Con la situación un tanto normalizada han regresado a reabrir sus negocios y por supuesto a hacer negocios con la reconstrucción que se viene.

Jean, Jimmy y Franz ciertamente no son caciques de alto nivel en la isla pero se valieron del sistema de éstos para hacer uno de los mejores negocios de su vida y sacar provecho de algunos coterráneos, aún durante la tragedia. La verdad incluso los pobres se montan a ésta estructura dónde el chantaje y las verdades a medias son formas recurrentes de hacer negocio.

La mayoría seguirá esperando por su permiso para prosperar, de lo que si no se privan es de su derecho a crear. Hay muchos y muy buenos artistas y la música inunda las calles todos los días, esa es la riqueza que a ellos les queda y la que recurrentemente alimenta a muchos.

sábado, 13 de febrero de 2010

Después del primer mes

A un mes del sismo, Haití tiene signos de mejora y escenas de caos infinito. Los campos de damnificados continúan creciendo e incluso algunos se han instalado en poblaciones fuera de Puerto Príncipe, a unos 30 o 40 kilómetros yendo hacia la frontera.

Los campos son precarios, se ubican en cualquier terreno plano, de preferencia con algo de hierba o en su defecto en uno que no tenga muchas rocas esparcidas que dificulten sentarse o acostarse. La gente comienza a trazar éstas urbanizaciones efímeras con palos de huizache, un árbol espinoso propio del clima seco que predomina en el país. Con los palos se conforman módulos de más o menos 1.40 de alto que varían en longitud. La magra regla no obedece a una cuestión práctica sino a la existencia o no de palos más grandes que permitan mayor altura o espacio.

Una vez que se ha completado la estructura, ésta es cubierta con los más diversos materiales, tela, plástico, cartón, papel craft, lona e incluso follaje seco que sólo será capaz de guarecer a los inquilinos del sol. Tras la instalación de los primeros habitantes, se da un crecimiento demográfico acelerado que posteriormente deviene en caos y vicios propios de cualquier asentamiento irregular; basura excesiva y falta de medidas sanitarias son una constante. Los últimos dos que he visto aparecer surgieron en un campo de fútbol sin pasto y en un solar agrícola sin sembrar.

Los primeros campos, aquellos que florecieron horas después del terremoto en las inmediaciones del aeropuerto, la zona industrial y la plaza central (la que flanquea al hoy derrumbado Palacio Presidencial) han seguido creciendo y algunos de sus inquilinos mejoraron ya sus inmuebles provisionales, dotándoles de techos de lamina y viguetas de madera mucho más trabajadas. Los organismos internacionales han trasladado baños portátiles, tiendas de campaña espaciosas y tanques de agua que son llenados recurrentemente para ayudar a subsanar las mínimas medidas de salubridad de los damnificados. Entre los haitianos, éstos campos son los más cotizados ya que se considera que al estar a un costado de las oficinas de la ONU y de los campamentos de las delegaciones internacionales reciben más atención y ayuda humanitaria. Los campos alojan a los antiguos habitantes de 1 millón de inmuebles arrasados por el sismo.

Paradójicamente una mayor ayuda también trae una gran concentración de basura. En los costados de los campos millones de moscas sobrevuelan restos de basura semi quemada, que yace sobre enormes charcos de lixiviados, orina, heces y agua residual. Los depósitos de basura se extienden con el paso de los días a medida que los inquilinos de los campamentos arrojan a ellos cubetazas de basura casi permanentemente.

Las jardineras y guarniciones ahora son tendederos de ropa y gente de toda las edades ocupa los largos periodos de sol del día para darse baños de esponja con agua no necesariamente muy limpia. La ruptura intencional o accidental de algún ducto de agua que ofrezca un geyser intempestivo de agua fresca es motivo de gran alegría para los inquilinos quienes se desnudan casi de inmediato para lavarse y lavar sus pertenencias al mismo tiempo.

Con todo y la precariedad, la vida social se recrea en la ciudad, hay comercio, se cocina al aire libre, los niños juegan, las familias conviven y algunas festividades propias de la cuaresma se han llevado acabo por las noches, bajo la luz de las velas por que la electricidad no está reestablecida.

Las noches son muy obscuras y con muchas estrellas, las calles se llenan de sonidos. Gritos, aullidos, palmas y cantos se escuchan a lo lejos. Cómo si se estuviera en una selva de concreto, que al igual que las tradicionales cobra vida en las noches al amparo de la luna.

En estos días se ha fijado una cifra de muertos que ronda las 230 mil personas. Sin embargo, se teme que las toneladas de escombros que continúan sin remover alojan a varios más. Al momento, las calles han sido las más escombradas pero al interior de los predios privados, cientos de edificios continúan cómo los dejó el sismo. Muchos particulares han empezado la demolición manual de sus estructuras dañadas y han logrado reducir a polvo casas, oficinas y locales a base de mazos, picos y palas. Otros tantos han empezado a reparar viviendas y locales que mostraban demasiado cuarteadas y con severos problemas estructurales. Por lo general sólo han cambiado los ladrillos rotos y resanado las grietas, no existe ninguna evaluación del daño estructural de los inmuebles o un diagnóstico serio de los riesgos de colapso, lo importante es ponerse en pie, aunque sea en un solo pie.

El comercio está de regreso en la calle, se vende carbón, caña de azúcar, yuca, mandarinas, naranjas y calabazas. Granos y aceites importados, cigarros, botellas de ron y whisky (muchas fueron saqueadas de los locales derruidos). La ropa y los zapatos usados, igual que las pacas que se venden en las inmediaciones del metro Pino Suarez, también dominan la escena y representan la única oportunidad de vestido para muchos. Otros giros incluyen la presencia de empleados de telefonía celular que con aparatos portátiles ofrecen llamadas, además de puestos que ofrecen recargar celulares, negocio muy rentable considerando que en las casas no hay luz.


La artesanías haitianas aparecen en todas las esquinas. Madera tallada y cuadros de colores brillantes y formas alargadas dominan el espacio de los puestos. También se venden banderas haitianas y estadounidenses. A pesar de los episodios anteriores de intervencionismo norteamericano en Haití, muchas personas han desplegado banderas de los Estados Unidos y prendas con barras y estrellas. Al menos una parte de los afectados considera que sólo los “Marines” son capaces de imponer orden en las reparticiones de comida y acelerar las medidas de remediación y reconstrucción, además de apuntalar la seguridad. Pareciera que portan los símbolos yanquis buscando generar simpatía entre los gringos y así acceder a su ayuda, su logística y sus recursos.

Los propios marines son escoltas de jóvenes voluntarios norteamericanos que organizados por una iglesia o universidad han venido a expiar su consciencia humanitaria al país más pobre de América. Algunos ayudan otros vienen de safari y se pasan el tiempo sacando fotografías de los haitianos en su hábitat, montados en un “Hummer “ del US ARMY.

La presencia de la prensa ha bajado conforme las finanzas de los conglomerados mediáticos se fueron mermando. Los que quedan están cubriendo el juicio de los americanos que quisieron sacar 33 niños haitianos hace unas semanas. Los campos, la destrucción y la ayuda son temas cada vez menos pedidos por las redacciones, en algunas semanas quedaran muy pocos y los primeros en lamentarlo serán los hoteles de lujo de Puerto Príncipe (Lujo a nivel haitiano) que en estos días cotizaban habitaciones y alimentos a precios de Dubai. Chóferes, asistentes, traductores y motociclistas irán siendo despedidos conforme los reporteros se vayan y ya no haya a quien llevar.

La gente volvió a ser nota el viernes, cuando a las 5 de la mañana una pertinaz lluvia sorprendió a todos. Muchos editores esperaban que el agua complicara todo y que la gente desesperada se violentaría. No ocurrió. La ciudad se levantó un poco más clara, el polvo fue descolgado del aire haitiano y se develó una nueva perspectiva de la destrucción y el hacinamiento, ni mejor, ni peor, sólo más clara y con un viento más fresco.

Ahora son las siete treinta de la noche, la calle huele a diesel quemado por las generadores de electricidad, a heces, a orines, a sudor a descomposición y a comida frita propia del caribe. Se oyen coros y acordes del típico compas Haitiano, hay algarabía, los niños corren, también hay lamentos y hambre, pero la gente no se priva de vivir. Siempre he pensado que un terremoto como el de hace un mes habría causado más traumas, desolación y pérdidas en otros países del mundo. Los Haitianos no tenían mucho que perder materialmente, perdieron seres queridos y miembros de su comunidad, pero el nuevo orden de existencia que les ha planteado el post temblor ha resultado en nuevas comunidades, donde la vida persiste apoyada en la memoria de un pueblo golpeado y humillado pero enriquecido por su mestizaje, las ocupaciones sufridas y los episodios vividos.

Desde el viernes 12 hasta el domingo 14 se han declarado 3 días de oración y alabanzas en memoria de los muertos del sismo. Los cantos se oyen por doquier, son días de guardar, los locales cierran, los transportes paran, las calles lucen vacías, todos buscan llevar algo blanco y Puerto Príncipe se toma un respiro.

lunes, 8 de febrero de 2010

Dominicana 1

Parece que me ha tocado ver la parte menos atractiva de República Dominicana, aunque también la más real. Santo Domingo tiene buen lejos, pero si se pone atención se ve que mucha de su infraestructura se encuentra deteriorada, sus parques descuidados y la basura aflora por momentos en bajas dosis y en otras ocasiones a raudales. La Ciudad parece haber tenido 2 momentos recientes en los que fue remozada, uno en 1992 con el quinto centenario del descubrimiento de América y otro en 2003, antes de ser sede de los juegos Panamericanos. El esplendor se percudió y aunque hay zonas con cierto aire de renovación la mayoría del puerto se desvencija.

El marco de la capital dominicana es espectacular ,el mar Caribe con una paleta de colores azules y verdes eléctricos se estrella con acantilados de origen volcánico formando bufadoras. Palmeras adornan todo y tanto el malecón como el libramiento que va al aeropuerto ofrecen vistas maravillosas del litoral.

Otra vez viendo de cerca se puede uno percatar que el malecón está sucio y que muchos de sus visitantes tiran basura al mar que latiguea unos metros abajo. El centro, o zona colonial, tiene un atractivo especial considerando que muchos de sus edificios se puede contar como algunos de los primeros realizados por los colonizadores en América (Ésta es considerada cómo la primera ciudad fundada por europeos en el nuevo mundo). El patrimonio arquitectónico es vasto y los edificios coloniales conviven con algunas construcciones de corte neo clásico realizadas en el siglo XX y que emulan oficinas de gobierno norteamericanas.

Algo que impresiona de Santo Domingo es la cantidad de supermercados que existen. En la avenida Churchill que cruza de norte a sur la Ciudad hay por lo menos 4, todos de diferentes compañías y ofreciendo no sólo abarrotes sino electrónicos y ropa. Son una combinación de súper mercado y tienda departamental, por lo general se encuentran abarrotados. La economía aquí es ciertamente boyante, considerando que el 39% del PIB dominicano se genera en ésta ciudad. Por doquier hay restaurantes de comida rápida y franquicias de las que pueblan la mayoría de las ciudades del mundo. Los coches de lujo abundan y su existencia ha comenzado a llamar la atención de las autoridades, hay indicios de que los narcotraficantes colombianos han visto en dominicana un cluster ideal para sus operaciones.

Igualmente un sector con mucho crecimiento, aquí y en todo el país, es el relativo a las importaciones y a las exportaciones. Acá no se producen muchas cosas, los autos, las motos, materiales de construcción, aparatos electrónicos y bastante ropa viene del exterior y las aduanas son su puerta de entrada a la nación. Incluso el termino dealer es reconocido en el país, cómo el personaje que te puede conseguir cualquier cosa en todo el mundo si tienes cómo pagarlo.

Conocí la aduana al ir a recoger un paquete que excedía los 200 dólares de valor y que por lo tanto merecía cobro de impuestos. El lugar es el colmo de anacronismo, la ineficiencia y el exceso de personal. Nada funciona y todo se articula para hacer el proceso engorroso y hacer que uno incurra en corruptelas y contrate a unos supuestos verificadores que se encargan de conducir a uno por la maraña burocrática del lugar para conseguir sacar su mercancía en un solo día (no necesariamente rápido). Mi última visita, para sacar unas pilas para laptop, se llevó 7 horas y estuvo a punto de no concretarse, cuando después de completar un proceso de unos 15 pasos no había un mensajero que llevará mi expediente del segundo piso de la aduana al primero. No podía llevarlo uno mismo y tenía 3 minutos para hacerlo llegar a la caja, en el primer piso, para que no dieran las 6, cerrarán y me fuera con las manos vacías. 100 pesos locales (menos de 3 USD) ,pasados discretamente, hicieron aparecer al dichoso mensajero. Lo conseguimos en un solo día.

El tránsito es un tanto pesado, aunque viniendo de nuestro reducto tenochca, un tapón de 15 o 20 minutos es casi nada. Eso si, por todo Santo Domingo hay obras faraónicas para mejorar el tráfico, que incluyen puentes a desnivel, túneles e incluso un segundo piso. Un línea de metro complementa la infraestructura vial, aunque sólo tiene una línea y cuesta 30 pesos dominicanos por viaje (unos 10 pesos mexicanos).

Más allá del mar, el casco viejo de la ciudad y la buena gastronomía, los turistas extranjeros vienen a Santo Domingo a jugar en los casinos y a los abundantes table dances y burdeles con oferta local y de países cómo Colombia, Venezuela, Brasil e incluso Europa y Estados Unidos. Los bares y restaurantes de la ciudad son muy visitados por longevos extranjeros que llegan de la mano de una mulata en sus ventitatos, ataviada con alguna prenda reveladora. Muchas jóvenes también se emparentan con gringos con de evidente sobrepeso, mientras que mulatos y negros con cuerpos torneados corren o juegan en las playas cercanas esperando ser observados por europeas y norteamericanas, con mucho peso corporal y económico, para pasar unos días en un resort de lujo o incluso salir del país.

Para la mayoría de los jóvenes la diversión está en las calles, lo común es ir al malecón con muchas cervezas “Presidente” y departir con los amigos escuchando reggaeton, Bachata y Merengue y de vez en vez comiendo carne de res frita, parecida a la cecina, o de puerco, qué le tira al sabor de las carnitas. En las tardes, la gente de la zona centro de la ciudad sale a tomar al fresco y varias mesas de dominó se instalan en el parque, el malecón también es poblado por familias que vuelan papalotes.

La vivencia de Santo Domingo se termina pronto para mi, ya que generalmente tras pasar un día acá salgo hacia Puerto Príncipe cruzando el sur dominicano.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Haití, tan cerca y tan lejos

La primera cosa que deja ver la pobreza de Haití es su depredado medio ambiente. La atmósfera cambia radicalmente tras haber pasado por la aduana, en el país más pobre de América lo primero que faltan son árboles y lo que abunda es el polvo. Las cordilleras que lo atraviesan están completamente deforestadas y sólo existen pastos, arbustos y cactos por doquier. El terreno es calizo y mientras lo atravesamos un polvo muy fino ya ha terminado de tomar el interior de la camioneta en la que viajamos luego de que el aire acondicionado se averiará y no quedará otra que abrir las ventanas.

La carretera dominicana en la llegamos hasta acá desapareció unos metros antes de la aduana. Dio pasó a un camino de grava flanqueado por aguas estancadas y algo mal olientes del lago Sumatra. La última crecida del lago, provocada por una tormenta en 2008, inundó el cruce, las instalaciones aduanales y muchos campos de cultivo en terreno dominicano. El camino es lo único recuperado, aún queda mucho bajo el agua. Pensar en que una contingencia como esa aún no ha sido resuelta, siendo que ocurrió hace varios meses, me pone a pensar en lo mucho que tardará el país en recuperase de una mucha mayor cómo fue el terremoto del 12 de enero.

Pasando la frontera haitiana aparecen desvencijadas camionetas compactas de origen oriental que arrojan una nube de humo negro al arrancar. Todas andan con pesar y aún así sus dueños se encargan de colocarles un caparazón de madera con pinturas o figuras de los más diversos motivos; todos pintados en colores muy brillantes. La inspiración haitiana para decorar el medio de transporte que domina el país va desde figuras de leones africanos similares a las plasmados en las prendas reggae, hasta retratos del rapero 50 Cents, o los genios del fútbol Leonel Messi y Kaká. No sé cuántos kilos le suma el cápasete a la carrocería, pero imaginen que todo está confeccionado en madera y acero y que además está hecho para ser atiborrado de personas y cargas diversas.

Transitamos sobre la carretera troncal del país y la vía no cuenta con ningún tipo de señalamiento, ni mucho menos líneas que la dividan, el pavimento desaparece a menudo dejando de nuevo la grava blanca a la vista. Por momentos el camino parece estar por debajo del nivel del enorme lago que lo flanquea pero un simple borde de arena y piedras impide la inundación. Al otro lado del gran cuerpo de agua existen caseríos con viviendas de palos, lamina y lodo, ocupados en su mayoría por productores de carbón vegetal, combustible que sirve para cocinar en casi todo el país y culpable parcial de la destrucción del ambiente.

Lanchas de remos, impulsadas muchas veces por niños, atraviesan el lago durante todo el día con enormes bultos de carbón a cuestas. El carbón será pesado en la otra orilla y subido a una de las pick UPS con decoración barroca que les reseñé antes para ser llevado a los poblados ubicados a lo largo del camino y a Puerto Príncipe. Las camionetas también regresarán con cajas de whisky o ron, qué también serán pasadas por lancha para cruzar de forma ilegal a Dominicana a través de un paraje denominado como tierra nueva. Lo mismo ocurrirá con muchas otras mercancías, muchas de ellas ilegales.

Nos separan 75 kilómetros de Puerto Príncipe, en el camino aparecen poblaciones no muy definidas con construcciones diversas. El panorama está dominado por obras inconclusas o proyectos de cooperación internacional abandonados o en franco deterioro. Casas de interés social para damnificados de algún huracán, albergues para niños huérfanos, proyectos turísticos para la ribera del lago y otros tantos proyectos privados que incluyen casas, fincas o fraccionamientos campestres de los que sólo se completo la entrada.

El lago resulta bastante escénico y plagado de escenas con potencial fotográfico. Existen minas de arena y grava que han revelado enormes paredes y peñascos blancos producidos por el subsuelo calcáreo de la zona. La blanca roca se combina con el agua y origina pozas color verde esmeralda adornadas por juncos. El encanto se termina cuando la basura dejada por los que transitamos el camino invade la ribera de los estanques y los camiones remueven el polvo circundante tornando turbias las aguas.

Dejando el lago atrás, aparecen nuevos poblados en los que se asoman cultivos dispersos de caña, plátano, papa, zanahoria, y yuca. Muchas veces no se ocupa el surco sino recuadros similares a los empleados en África.

En el medio de uno de esos pueblos, en un terreno no mayor a las 8 hectáreas, hay una arbolada dominada por ceibas, jacarandas y palmas. Sólo una muestra ínfima de lo que debió haber sido el medio físico de esta parte de la isla antes de que su convulsionada historia política y económica la acabaran por completo dejando todos los alrededores pardos y una ambiente seco, caliente y denso por el polvo que vuela por doquier.

Conforme nos acercamos a Puerto Príncipe comienzan a aparecer los daños. Primero son bardas, luego casas, luego escuelas, albergues, colonias enteras. En los patios de las casas destruidas hay construcciones provisionales o tiendas de campaña a donde se han mudado los damnificados o gente con su casa en pie que tiene demasiado miedo como para ocuparla en las noches.

Los pueblos se convierte de pronto en Puerto Príncipe, el gris domina todo, la mayoría de las casas y los locales han sido construidos con bloques de arena como los que conforman muchos de lo hogares pobres de nuestro país. Al polvo común hay que añadir el proveniente de los escombros. Entre las banquetas y el pavimento por lo general hay fosos donde la gente tira todo tipo de desechos y donde muchos orinan o defecan mientras caminan. Debo decir que esta conducta pudo haber sido motivada por el caos que generó el sismo.

Los pocos bulevares que tiene la ciudad tienen un tráfico insufrible, tardamos horas en entrar y otro tanto en llegar al aeropuerto, dónde se han ubicado todas las delegaciones de ayuda internacional y medios de comunicación. El tráfico está desquiciado por los tanques de los cascos azules de la ONU, las camionetas todo terreno de las ÓNG´S y sobre todo por que miles de personas se agolpan a las afueras de la embajada de Estados Unidos, el aeropuerto y la sede de naciones unidas bloqueando las vías de comunicación.
La autoridad local no existe y la gente parece buscar una referencia oficial que le diga que hacer o que le de soluciones a sus necesidades más básicas. Igualmente los medios de comunicación se han vuelto la mayor fuente de trabajo, las agencias, canales, diarios y radios internacional han movido a corresponsales y equipos técnicos que necesitan urgentemente de ayudantes locales que les permitan entender las entrevistas que hacen en creole con los oriundos y chóferes o motociclistas que los muevan a través del laberinto de calles que representa la capital haitiana.

Todos los espacios abiertos de la ciudad están tomados por gente que perdió su hogar en el terremoto del 12 de enero,. Al igual que en el trazo de la ciudad, los campamentos de damnificados se han levantado de forma anárquica y con lo poco que la gente ha podido tomar de entre los escombros y la basura. Palos, tubos, sábanas, cartones, laminas y bolsas de plástico conforman las nuevas viviendas.

El centro de la Ciudad parece una zona de guerra. Los escombros afloran por doquier, coches aplastados se ubican entre los escombros, sillones, persianas, papeles y restos de computadoras se desperdigan por los alrededores, todo salió expulsado por la presión que ejercieron las lozas de concreto al momento de desplomarse. La gente busca recuperar cosas de entre los escombros; sillas, cojines, tapetes, puertas y sobre todo las varillas y laminas que luego se pueden vender bien en el mercado de desechos. En las banquetas hay grandes cajas de madera vacías, que han sido sacada de los almacenes y saqueadas.

En toda la ciudad no hay zonas bonitas, aunque en algunas cuadras hay viejas casas de diseño francés y cierto patrimonio arquitectónico, así como árboles y magras áreas verdes que resultan un bien muy preciado.

La plaza central de la Ciudad está ocupada por miles de personas que acampan en el parque y que por la noche expenden sus dominios a las calles circundantes para dar cama a todos. El palacio presidencial está completamente destruido, igual que las oficinas de gobierno y la catedral. La gente se baña en la plaza con esponja y jabón mientras que otros defecan y orinan en plena calle. La atracción de la tarde ha sido el hallazgo de 3 cuerpos dentro de un auto recién sacado del fondo de una montaña de escombros, el olor es terrible y las lesiones indescriptibles, la gente se ha juntado a mirarlos y todos esperamos a que venga alguien a recogerlos, pasa media hora y no ocurre, durante la espera una chica se ha agachado para orinar junto a la banqueta luego de levantarse un poco la falda. Finalmente llegaron por los cuerpos, sólo hay bolsa y camilla para uno, los otros dos tendrán que esperar.

La prensa ocupa también algunos de los pocos hoteles que quedaron en pie (al menos parcialmente) El hotel Plaza, al lado del parque central, ha sido tomado por CNN, quien ha instalado un estudio de transmisión en la terraza que da a la plaza copada por damnificados. Muchos medios más se han movido a los Hoteles Ritz y Villa Creole ubicados en el Petion Ville en, la zona alta de Puerto Príncipe, supuestamente dotada de un subsuelo más seguro que aguantaría otros temblores. Me dirijo a Villa Creole, ahí están algunos compañeros, el camino es insufrible, tráfico a vuelta de rueda, basura se queme en las baquetas, los escombros que han caído de las laderas bloquean carriles y vendedores ambulantes saturan el espacio ofreciendo desde caña de azúcar hasta baterías coreanas.

En Petion Ville vive parte de la clase alta haitiana, los caminos principales se intersectan con pequeñas calles empedradas que llevan a fraccionamientos amurallados, coronados con alambre de púas. Guardias, muy pocos, cuidan los accesos armados con rifles de muy grueso calibre. Me resulta incomprensible que un solo guardia sea suficiente para amilanar a los miles que se agolpan afuera buscando que la gente rica o los reporteros les den algo de comer o agua.

Entramos a la privada que lleva al Villa Creole, afuera del hotel hay un campamento con heridos, algunos de ellos graves o agonizantes, muchos son parientes de empleados del hotel que quedaron sin casa y se instalaron acá buscando un lugar seguro para dormir y la atención médica de los doctores voluntarios hospedados aquí.

El Hotel, parcialmente destruido por el sismo, ha sido tomado por la prensa, la azotea está ocupada por antenas satelitales, mientras que los técnicos que las operan acampan a un lado realizando transmisiones día y noche con los reporteros de todos los canales que hacen fila para ser realizar sus “en vivos”, las 24 horas. La zona de la alberca y sus alrededores es redacción de otros tantos medios, teléfonos satelitales son apuntados al cielo, mientras que reporteros estresados redactan un cable y lo envían por la línea de Internet que abre el aparato o la dictan a insaciables editores. Cuando muchas redacciones han cerrado, todo mundo se relaja, hay comida, bebidas frías y botanas, además de meseros, cerveza y vinos. Afuera la gente herida grita, se queja o lamenta sus muertos pero el Prime time terminó y hasta mañana retomaremos la tragedia… es tiempo de socializar y relajarse. Todo mundo quiere ver de cerca lo que pasó aquí pero la crudeza termina por hacer que muchos prefieran alejarse y buscar su sitio en la pantalla del ordenador y la línea de internet, refugiados siempre por las murallas de Petion Ville.