martes, 11 de mayo de 2010

Rock, nuevo, viejo, lo mismo o más bien la edad..

La verdad pecamos de ingenuos, nos faltó olfato, estábamos al centro y adelante en el escenario verde, justo entre la cabina de audio y el templete. Nos habíamos quedado a ver a Julieta Venegas (bajo protesta de mi parte) con la idea de guardar posición y estar bien colocados para el “Panteón Rococo”. Al inicio estábamos rodeados de niñas en sus diez y tantos o iniciales veintes, la mayoría de entre 45 y 50 kilos, muchas vestidas con colores brillantes. Cerca del final de Julieta el espacio empezó a menguar, líneas de carnales en sus pasados veintes e iniciales treintas, con pelos faciales dispersos, bigotes de aguacero o barbas cerradas, todos con peinados estrafalarios delineados con bastante gel o melenas un tanto polvientas cuya forma era amalgamado con el sudor del slam anterior, el de “Tijuana no”, comenzaron a tomar por asalto el perímetro. Las tonalidades de su indumentaria iba del negro, al olivo y al rojo, varias células cargaban en hombros el tapete que habían arrancado para lanzar gente por los aires, el espacio se seguía achicando sucumbiendo ante la altura y peso de los invasores de nuestra área vital circundante.

Para cuando apareció Panteón la presión ya era demasiada. Nos habíamos movido bastantes metros atrás por el continuo movimiento de las mareas de gente que se agolpaban a los pies del escenario. Éramos 4 hombres, dos de muy bajo peso, entre los que me cuento yo, y 2 más, apenas de complexión regular, el quinto elemento masculino era mi compadrito que no podría ayudarnos dado que su 1.30 de estatura lo ponía en clara desventaja frente a las hordas que nos rodeaban. Las chicas a “proteger” eran Elena y Valerie, quienes se acabaron protegiendo por si mismas. Salió el Panteón y el Dr Shenka entonó Cúrame, hitazo del disco A la izquierda de la Tierra editado en 1999, traté de ubicar las ruedas de slam alrededor para ver de donde iban a venir los golpes, noté que sólo éramos un pequeña isla en medio de un slam gigante. Cuando mi resistencia fue doblada por los empujones y le caía encima al compa sólo dije carcajeándome ¡Ya valió madre!

En mi corta experiencia, las dos primeras canciones son las peores, luego la banda se acomoda y se puede uno quedar de pie o estar seguro de donde pisa. Pasaron las 2 y la cosa había mejorado pero no por un decaimiento de los golpes sino por que nos seguíamos alejando involuntariamente del escenario, desplazados por quienes brincaban, empujaban y bailaban ska a nuestro alrededor. Dada nuestra evidente incapacidad de controlar la situación, reclutamos a otros compas de los alrededores que batallaban por proteger a sus chicas y los sumamos a nuestro círculo. Conseguimos estabilizarlo y en eso, la novia, amiga o hermana de uno de nuestros compañeros de valla, quien ya estaba instalada dentro de nuestro perímetro de seguridad, levantó codos y rodillas y declaró iniciado el slam de niñas. El perímetro compuesto por otros endebles hombres y yo simplemente ondulábamos hacia dentro y fuera de nuestra propia rueda sin control alguno de nuestras extremidades inferiores ni superiores. Había que resignarse, nadie iba a caer por que los cuerpos tan juntos de la concurrencia no daban chance de precipitarse al suelo.

Terminó todo, salimos por patas, con risas, pero también con ceño fruncido por incomodidad o estrés.

¡Ya estamos viejos! Soltó uno de mis acompañantes luego del un tanto fracasado intento de mantenerse en el centro del desmadre.

Yo no compartía la versión, más bien le buscaba explicaciones. En mi afán, desarrollé una teoría que tomaba sus argumentos de la fase aerobia y anaerobia que regularmente me fue expuesta en mis clases de biología de la secundaria. No es que estemos viejos, la cosa es que no nos la pasamos todo el tiempo en el slam, nos sentamos 1 hora y luego vamos corriendo para meter codazos y rodillazos y nos termina pasando como cuando hacemos un sprint súbito en vez de intentar correr un maratón a un ritmo constante.
Con mi punto pretendía convencer a todo el mundo de que la onda era meterse al slam todo el tiempo, idea que unánimemente fue rechazada.

Ya en la calma de mis dolorido y nostálgicos días subsiguientes me he percatado de que me duelen los brazos y las piernas, tengo marcas pardas en los hombros por haber cargado al compadre y moretones en el cóccix y los costados por el citado intento de hacer un perímetro de seguridad anti slam y mi posterior intervención en un rueda de golpeo voraz a mitad de SKA P.

Creo que no estoy viejo, recuerdo que sentí el mismo dolor a mis 18 cuando estuve 3 horas en la zona de slam permanente de un concierto conjunto de Panteón Rococó y Los Fabulosos Cadillacs. Esa vez no sólo tuve moretones, sino que estuve deshidratado por 3 días y la piel me ardía como cuando te quemas en la playa. Además nadie puede decir que el vigor físico se ha perdido a los 27. En teoría estamos mucho más maduros físicamente ahora que a los diez y algo.

Lo que si denota veteranía es la cerrazón. Aceptó que siempre he sido duro con los grupos de rock nuevos y generalmente los crítico argumentando que su concepto es demasiado buena ondita, muy conceptual y que difícilmente conectan con la audiencia. Los veo carentes de poder y liderazgo. Es otra época y luego no quiero entenderlo. Mi etapa de experimentación rockera estuvo dominada por grupos de mucho arrastre, todos con un delantero poderoso y ritmos algo frenéticos emparentados con el reggae, el ska, el dub y el hip hop. Se buscaba fuerza y personalidad, la constante era la crítica política, la rebeldía, y la incorporación de ritmos latinos. Ahora que lo pienso, creo que sonaba a todo menos a rock.

Nuestro rol como audiencia también era muy diferente, la pasividad era muy penada, el slam, los brincos, el canto colectivo y volar al escenario eran lo imprescindible.

Ahora, cuando se lanzan los festivales, busco en las listas a aquellas viejas bandas, varias son principales, unas por seguir con una carrera ascendente y otras por el mercado de la nostalgia que vende y mucho.

Lo que luego no recuerdo es que cuando fui a mi primer Vive Latino, muchos de los ahora famosos eran tan nuevos como los que ahora yo cuestiono, y de paso era los que más quería ver . Es más, en el primer festival, el de 1998, Control Machete, Resorte, Moltov, Sekta Core y el Gran Silencio eran los grupos de moda, tal y como ahora serían Quiero club, Los Abominables, Disco Ruido y otros tantos. Esas bandas del 98 compartieron escenario con otros de más trayectoria como Café Tacuba, La Lupita, Santa Sabina y la Castañeda, y leyendas como el Tri o Miguel Ríos.

En el 2000, Panteón Rococo acababa de editar su primer disco un año atrás, colocando dos sencillos que aún hoy en día son de los favoritos: La Dosis y Cúrame. Otro caso son los Auténticos Decadentes, quienes aparecieron en esa misma edición, tocando gran parte del mismo playlist entonado en la edición 2010 del Vive Latino ¡ A 9 años y medio de distancia! El caso de Los Decadentes es especialmente ilustrativo de la poca reinvención que luego exigimos los que ponderamos la nostalgia antes que todo. Los hits del grupo fueron parte de sus discos de 1989 y 1993, con algún otro sencillo más de 2003 y 2008. La etapa más prolija del grupo fue el inicio y las compilaciones y los discos en vivo han sido su fuerte en tiempos recientes. Lo raro es que tocando lo mismo avanzaron en notoriedad al grado que en 2004 se presentaban en el Hard Rock live y 4 años después cerraron el Vive Latino 08. En el 2010 siguieron mostrando su arrastre pero el horario ya fue a media tarde y ahora si sacaron nuevos temas, uno de ellos dedicado al Distrito Federal, que se explica plenamente considerando que el grupo ha ganado más fama en nuestro país que en Argentina, al grado de ser soundtrack de muchas “barras/´porras” Pumas y Americanistas.

Hay que dejar que los chavos de ahora armen su propia escena rock y que nosotros la apreciemos también. Los nuevos grupos han logrado otras cosas que tal vez los viejos buscaban reivindicar con sus acidas consignas. Es interesante ver que la música es ahora más diversa, se cuida más el arte en el escenario, la puesta en escena de la presentación en vivo y sobre todo existe una mayor diversidad en el tipo de gente que integra las bandas, gente más terrestre, más introvertida, más frágil, mucho más mujeres y mujeres comunes y corrientes que sólo evidencian talento. Eso es lo positivo y eso demuestra que el rock ha podido ganar espacios, incluir gente y hacer de la sociedad un ente más tolerante y abierto. Falta también que no se acomoden musical ni socialmente, que se comprometan con música y letras un tanto más profundas y que trasciendan para no ser parte del carácter desechable de nuestro tiempo. Falta sobre todo que sustenten su fama y popularidad en talento y no sólo en la renovada plataforma mediática que de forma mucho más accesible te expone a miles de personas mediante myspace, youtube, facebook y twitter.

También falta que las audiencias sean más exigentes y sepan diferenciar a una banda efímera de una trascendente. Apenas pegan 2 o 3 sencillos de alguien y los grupos se van a las nubes. He visto a Hello Sea Horse con un solo disco editado, abrirle su concierto a los Killers con un Palacio de los Deportes lleno hasta las lámparas, un Quiero Club con miles de personas en el VL10 gracias a 3 o 4 hits y un Empire of the Sun que con un disco, aclamado si, pero uno al fin, como encargado de cerrar el supuestamente más importante festival de Latinoamérica. Vi apenas el sábado a los Dears tocando un disco inédito en el Pasaguero y cómo varios asistentes extasiados balbuceaban letras que no se sabían y se jalaban los cabellos en un inexplicable ataque de euforia.

Me cuesta pensar que alguien se emocione al límite con THE DEARS, junto a una magra audiencia de unos cuantos cientos, con sonido pobre y con una canción desconocida. Cómo reaccionaría si viera a Peral Jam tocando Better man o a AC/DC con un estadio lleno entonando Highway to hell…tal vez no haría nada…tal vez si estoy muy viejo y no entiendo nada.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Nosotros y los temblores

Lo dijo Josmar


“No sé porqué no me quieren creer. Si nos unimos a orar sin distinción de credo podemos evitar el terremoto, porque es Jesucristo el que nos llama. No importa el precio que tenga que pagar, Dios me dijo que viene pronto y de aquí sale a las naciones, Cristo vive y es real”*, y aunque muchos se rieron de él, hoy, después de atestiguar 2 terremotos muy destructivos en países, por así decirlo, familiares, más de uno ha empezado a recordar la profecía del cristiano pastor boliviano que desafío la seguridad nacional con 2 latas de Jumex llenas de tierra y unos foquitos. Yo me río de los que reivindican la teoría josmariana, pero es un hecho que los reportes de los terremotos de Haití y Chile han revivido algunas de las charlas favoritas de los mexicanos cómo: “Dicen, (hay que decirlo con todo de evocación, cómo refiriéndose al ente etéreo que le susurró a Josmar la profecía que debía compartir con Calderón a toda costa) qué va a haber un temblor ¡más fuerte que el del 85!” y en seguida sacar la anécdota de dónde uno estaba aquella fatídica mañana del 19 de Septiembre.



Con la palabra temblor en el aire, el tema geofísico ha tomado por asalto los medios de comunicación, sobre todo en los espacios más bien pedestres, tanto serios, primordialmente noticieros, como muy poco serios, programas de revista.



Las notas de un probable mega sismo en México, emanado de la tétrica costa de Guerrero, han ya aparecido en varios medios de comunicación, igual que en 1995 cuando entre Septiembre y Octubre se dieron dos sismos mayores a los 7 grados Richter, uno de los cuáles provocó severos daños en Manzanillo. En aquel tiempo incluso algunos se aventuraron a decir que los temblores se debían a una cuestión cíclica en referencia al décimo aniversario del 85’. Las conductoras de Televisión y algunos artistas también han salido con la ocurrencia de que los sismos y las tormentas son manifestaciones beligerantes de una tierra “enojada” que vomita todo lo que le hacemos y busca escarmentarnos. El colmo fue encontrarme con el comentario de una lectora de reforma.com que tuvo a bien mencionar que existía una relación entre el calentamiento global y los terremotos, dado que una temperatura más alta en la atmósfera contribuía a dilatar los minerales contenidos en el suelo y por consiguiente a desestabilizar la corteza terrestre. Igualmente comentarios en youtube.com, colocados a razón de los videos que recuerdan las ocurrencias de Josmar, y sugieren que deberíamos de hacerle caso al pastor y comenzar a rezar para evitar que el rosario de terremotos que han remecido la tierra en las últimas semanas culmine con un evento de proporciones bíblicas en México.



Científicos del servicio sismológico de los Estados Unidos aseguran que es posible pronosticar temblores pero basan esa posibilidad en el hecho de que cada día se registran miles de sismos alrededor del mundo, por lo que cuando uno dice: “Mañana va a temblar”, hay muy grandes posibilidades de que así sea, pero muy pocas de que alguien lo sienta y te de la razón. Lo que si es seguro es que hasta ahora es imposible calcular el momento exacto o al menos cercano en que seremos embestidos por un sismo catastrófico.



Mi opinión es que los sismos son cómo el clima, el más cercano y fresco en la memoria es considerado el peor por la sabiduría popular.



Muchos siguen diciendo que el acontecido durante la crisis de la influenza estuvo ¡horrible! Cuándo sólo alcanzó una magnitud de 5.9 grados Richter. Sin embargo fue el último que sentimos en México. A esa variable se debe agregar que también el más cercano es considerado el peor. Haití, sin duda es el terremoto internacional que nos tocó más cerquita, y esa percepción de cercanía también se acrecentó por el hecho de que fue el más cubierto por los medios mexicanos; por ello también fue el que más marcó a la gente, a pesar de que 9 días antes, un temblor de igual intensidad provocó un Tsunami que destruyó las islas Salomón y dos semanas después otro idéntico azotó las Islas Ryukyu de Japón. Lo más impresionante es que un temblor 800 veces más poderoso, cómo fue el de Chile, ha impactado mucho menos a los medios locales y por lo mismo copado en menor medida el consciente colectivo.



Me parece que en contra de la afición de México por Chile hay varios factores. El primero es que sigue siendo un país lejano geográficamente para nosotros y constantemente ausente en nuestro mapa del mundo. Si no fuera por el Pony Ruiz y el goleador toluqueño Mancilla, nuestras referencias a Chile bajarían aún más. De la misma manera muchos medios internacionales agotaron sus baterías y recursos en Haití y además les es mucho menos dramático el panorama chileno considerando que aún son sólo cientos de muertos y que los chilenos no son ni remotamente tan pobres como los haitianos.



Para sumar al argumento de que lo más fresco es lo que más impacta me gustaría retomar el razonamiento reciente de varios que han marcado éste periodo como atípicamente tembloroso, y acotarlo con el argumento de que entre 1900 y 1902 México sufrió el embate de 5 movimientos telúricos de entre 7.8 y 8.2 grados Richter y un proceso similar se dio entre 1928 y 1932. El mismo Chile sufrió el temblor más fuerte jamás registrado en 1960 con 9.5 grados Richter y en la misma década de los 60’s otro de 8.5 golpeó las Islas Kuril cerca de Alaska y uno más de 8.7 las islas Rat en el archipiélago de las Aleutianas. Con esto también tiramos por tierra la idea de que la tierra se retuerce reaccionando a nuestra actividad contaminante casi parasitaria, ya que en esos dos periodos el impacto de la actividad industrial era mucho menor.



Los sismos sólo dejan ver que el planeta está vivo y evolucionando. A los hombres nos duele pensar que la evolución del planeta nos puede pasar de largo y costar la existencia en éste mundo. Es claro que somos un ingrediente muy pequeño del cosmos y que si fuéramos más humildes estaríamos conscientes de que caminamos hacia la extinción, en un proceso que no depende de nosotros.



Ahora que si nos vamos a poner en la tesitura de pensar que los temblores se originan en la acción o inacción humana, me atrevería a pensar que la desastrosa actuación de Anahí en el festival de Viña del Mar (ataviada con vestido de novia y con cuchillos ensangrentados enterrados en la espalda) fue la que causó el empujón de la placa de Nazca que destruyó Concepción y que el remake de “We are the World, we are the children” cantado por luminarias latinas como Christian Castro, Olga Tañón, Talía y Paulina Rubio para apoyar a Haití, no hará otra cosa que levantar ampula en la falla de El Caribe y provocar otro cataclismo en la Isla de La Española. Se oye estúpido, igual que todos los razonamientos que marcan al hombre cómo un factor importante en fenómenos que nos sobrepasan infinitamente.





*José Marc Flores, pastor Cristiano, secuestrador del vuelo 576 de Aeroméxico el 9 de Septiembre de 2009, en entrevista con Milenio

miércoles, 17 de febrero de 2010

Los haitianos y sus negocios

El 12 de enero de 2010 Franz, un técnico de origen haitiano qué trabaja en el centro de satélites y transmisiones de Reuters en Washington, no tuvo tiempo de lamentarse por el terremoto que había destrozado su país. Momentos después de que se supo la noticia, y considerando que las comunicaciones en el país caribeño iban a estar caídas, comenzó a recibir llamadas de desesperados editores y jefes de logística de la agencia para que sugiriera empresas que arrendaran una unidad móvil de satélite y así garantizar el flujo de imágenes de video que decenas de televisoras alrededor del mundo pedían con desesperación.

Haití era ya una historia global pero las escenas de la tragedia llegaban a cuenta gotas. Unas 3 horas después de que el sismo fue reportado, llegaron al servidor de la mesa de Latinoamérica y el Caribe, Washington DC, algunas de las primeras imágenes, las que mostraban el palacio presidencial en ruinas. El material llegó tras una transmisión casi heroica del camarógrafo haitiano de la agencia, Jean Valme, quien milagrosamente consiguió una línea de Internet para mandarlas por FTP. Los editores de Valme veían como el corresponsal se la ingenió para mandar durante toda la noche videos de entre 40 segundos y un minuto que iban dando idea de la tragedia y constituían la única cobertura disponible a nivel mundial durante horas. Valme no habló con su editorial hasta el día 13 por la tarde cuando encontró un teléfono funcionando, no sabía en realidad si lo que mandaba llegaba o no.

Por suerte, Franz llevaba varios días hablando con una empresa de equipos satelitales en Miami, por que había interés de la agencia en trasladar una unidad y transmitir aspectos de los coloridos carnavales haitianos. Newsedit era el nombre de la empresa y su dueño, Ricardo, comenzó a perfilar una estrategia con Franz. Ricardo dispuso que su equipo en Miami conseguiría un avión privada para trasladar el equipo y a algunos reporteros y editores de Reuters. Franz aceptó y pidió que llevaran como asistente en campo a un hombre de su confianza que vive en Fort Lauderdale, Jimmy, haitiano también, con pasaporte americano, hablante de Inglés y Creolle y con buenas conexiones en Puerto Príncipe.

El miércoles 13, salieron desde un aeropuerto privado de Miami, el equipo de newsedit con 2 técnicos en comunicaciones, un fotógrafo, un productor y el citado Jimmy. Iban con rumbo a la isla la Española, intentarían bajar en Puerto Príncipe y si no era posible se desviarían a Santo Domingo y buscarían llegar por tierra. Poco más de una hora llevó el vuelo, al acercarse a Puerto Príncipe, el piloto pidió permiso para aterrizar pero le fue negado. Los ocupantes de la aeronave le pidieron que se mantuviera volando en círculos e insistiera. Finalmente, y posiblemente fruto de una confusión se le dio autorización, aterrizó y los ocupantes bajaron de el avión en cuestión de minutos llevando con ellos todo el equipo. El avión despegó del aeropuerto al momento de ser bajado todo el equipaje. Una vez en el campo Jimmy comenzó a operar.

Lo primero que hizo Jimmy fue instalar a la gente de Reuters y de Newsedit en el edificio de aviación civil haitiana. Acordó un precio con los encargados y casi con seguridad quedo en otro precio con Reuters, la diferencia sería parte de sus honorarios. Ya en un lugar seguro, con la unidad móvil operando y los reporteros enviando por medio de la señal satelital, Jimmy comenzó a trabajar otros negocios. Primero ofreció un auto y un motociclista para mover con agilidad a los reporteros entre las ruinas de Puerto Príncipe por 800 dólares diarios y cuando se acabaron las latas de atún de los recién llegados, ofreció un servicio de comida para todo el equipo por 400 dólares más al día. Al igual que con el edificio de aviación la diferencia entre lo cobrado y lo pagado a los trabajadores y chóferes era amplia e iba a manos de Jimmy.

Jimmy entonces era el interlocutor entre los recién llegados, que percibían una zona en caos e infranqueable para el extranjero, sobre todo por el extraño creole que hablan los oriundos, y los desesperados habitantes que habían visto derrumbarse sus fuentes de trabajo en segundos. Jimmy entonces era el aceite que engranaba la cobertura y una de las pocas fuentes de trabajo en la ciudad. Siempre jugaba con ventaja.

Muchos de los recomendados por Jimmy fueron a su vez enviados por el ya antes mencionado corresponsal Jean Valme. Al igual que Jim, Valme es un haitiano aventajado, habla inglés, tiene conexiones y los extranjeros lo conocen y le tienen confíanza. Jean dispuso de chóferes, motociclistas, traductores, asistentes de camarógrafo y camarógrafos propios que arrendó por medio de Jimmy a la agencia para apoyar en la cobertura del desastre. La ganancia de cada uno de los contratados sería fiscalizada por Valme.

En su parte del negocio Reuters y News edit obtuvieron muchos beneficios también. Reuters obtuvo contratos jugosos con la CBC (Televisión nacional canadiense) y dio una cachetada con guante blanco a CNN (quien rescindió su contrato con Reuters hace un par de años) cuando le permitió usar poco de su video, dándole crédito a la agencia, tras 15 horas en las que CNN no tuvo ninguna imagen porque sus afiliados y proveedores no habían reaccionado a tiempo. Seguramente la agencia recordará el episodio cuando el gigante norteamericano de las noticias se acerque a negociar un posible contrato.

Newedit por su parte instaló dos frecuencias de subida satelital desde su equipo, una era de uso exclusivo para Reuters, quien pagaba por el servicio 24 hrs, mientras la otra estaba abierta a cualquier canal que quisiera transmitir video editado o enlaces en vivo con sus noticieros. El costo para los canales variaba de entre 350 y 700 dólares por segmento de 15 minutos. Se mantuvieron activos las 24 hrs por 10 días, obteniendo entre 33 mil y 66 mil dólares diarios ,adicionales a lo que recibían de Reuters.

Cuando los canales vieron mermado su presupuesto y que el interés de la audiencia iba a la baja, sacaron a sus reporteros y se siguieron alimentando de las agencias. Ricardo pensó entonces en sacar a su gente, entre ellos a un técnico peruano, Jorge Rodríguez, que fue contratado sólo para esta operación. El día que Jorge se iba, recibió un mail de Ricardo, decía que tenía que quedarse, que había vendido el equipo en unos 60 mil dólares y que los nuevos dueños lo iban a mantener en Haití para seguir operando los equipos y capacitar a un ingeniero local.

Jorge conoció a sus patrones unos días después cuando Franz, Jimmy y Jean se presentaron como los socios compradores de los aparatos. Sus ganancias, producidas por el jineteo de recursos humanos y de capital, fueron tal vez menores pero alcanzaron para montar un negocio que derivó en miles de dólares diarios por cerca de un mes de operación

En Haití la mayoría de la gente vive ajena al exterior, su primera barrera es el idioma. La mayoría analfabeta no pudo asistir a la escuela y por ello no aprendió francés y mucho menos inglés. Su percepción del exterior es corta y la percepción de ellos en el exterior también lo es. Muchos extranjeros se sienten por demás extraños en un país donde casi la totalidad de la población son negros puros de ascendencia centro africana que hablan una mutación del francés y se visten con ropa y zapatos usados traídos de países del primer mundo. Se sienten incluso incomodados por sus gritos recurrentes y la posibilidad de que se líen a golpes en cualquier momento, igualmente por el hecho de que hombres, mujeres y niños orinen o defequen en las calles de forma irrestricta.

Los ricos haitianos, son por lo general un poco menos negros, incluso mestizos, manejan vehículos todo terreno por las calles de puerto príncipe y usan la mayor cantidad de oro que pueden. Sus casas y propiedades son resguardadas con alambre de puas, murallas y uno o dos guardias con rifles de grueso calibre. Dominan toda la economía e importan lo que quieren. En la ciudad hay agencias de Porsche y Land Rover frecuentadas por los acaudalados caciques haitianos.

Casi nadie prospera en Haití, pero los que lo hacen ganan mucho y dominan todos los negocios. Se reúnen en los pocos cafés y restaurantes de la ciudad, donde todo cuesta una fortuna y por lo mismo es exclusivo de los de su clase. Son hacendados y el 95% de los comunes y corrientes que aquí viven trabajan o no trabajan de acuerdo a su voluntad. Cuando la ciudad se cayó, muchos se marcharon a la vecina República Dominicana, a otras islas del Caribe e incluso a Norteamérica. Con la situación un tanto normalizada han regresado a reabrir sus negocios y por supuesto a hacer negocios con la reconstrucción que se viene.

Jean, Jimmy y Franz ciertamente no son caciques de alto nivel en la isla pero se valieron del sistema de éstos para hacer uno de los mejores negocios de su vida y sacar provecho de algunos coterráneos, aún durante la tragedia. La verdad incluso los pobres se montan a ésta estructura dónde el chantaje y las verdades a medias son formas recurrentes de hacer negocio.

La mayoría seguirá esperando por su permiso para prosperar, de lo que si no se privan es de su derecho a crear. Hay muchos y muy buenos artistas y la música inunda las calles todos los días, esa es la riqueza que a ellos les queda y la que recurrentemente alimenta a muchos.

sábado, 13 de febrero de 2010

Después del primer mes

A un mes del sismo, Haití tiene signos de mejora y escenas de caos infinito. Los campos de damnificados continúan creciendo e incluso algunos se han instalado en poblaciones fuera de Puerto Príncipe, a unos 30 o 40 kilómetros yendo hacia la frontera.

Los campos son precarios, se ubican en cualquier terreno plano, de preferencia con algo de hierba o en su defecto en uno que no tenga muchas rocas esparcidas que dificulten sentarse o acostarse. La gente comienza a trazar éstas urbanizaciones efímeras con palos de huizache, un árbol espinoso propio del clima seco que predomina en el país. Con los palos se conforman módulos de más o menos 1.40 de alto que varían en longitud. La magra regla no obedece a una cuestión práctica sino a la existencia o no de palos más grandes que permitan mayor altura o espacio.

Una vez que se ha completado la estructura, ésta es cubierta con los más diversos materiales, tela, plástico, cartón, papel craft, lona e incluso follaje seco que sólo será capaz de guarecer a los inquilinos del sol. Tras la instalación de los primeros habitantes, se da un crecimiento demográfico acelerado que posteriormente deviene en caos y vicios propios de cualquier asentamiento irregular; basura excesiva y falta de medidas sanitarias son una constante. Los últimos dos que he visto aparecer surgieron en un campo de fútbol sin pasto y en un solar agrícola sin sembrar.

Los primeros campos, aquellos que florecieron horas después del terremoto en las inmediaciones del aeropuerto, la zona industrial y la plaza central (la que flanquea al hoy derrumbado Palacio Presidencial) han seguido creciendo y algunos de sus inquilinos mejoraron ya sus inmuebles provisionales, dotándoles de techos de lamina y viguetas de madera mucho más trabajadas. Los organismos internacionales han trasladado baños portátiles, tiendas de campaña espaciosas y tanques de agua que son llenados recurrentemente para ayudar a subsanar las mínimas medidas de salubridad de los damnificados. Entre los haitianos, éstos campos son los más cotizados ya que se considera que al estar a un costado de las oficinas de la ONU y de los campamentos de las delegaciones internacionales reciben más atención y ayuda humanitaria. Los campos alojan a los antiguos habitantes de 1 millón de inmuebles arrasados por el sismo.

Paradójicamente una mayor ayuda también trae una gran concentración de basura. En los costados de los campos millones de moscas sobrevuelan restos de basura semi quemada, que yace sobre enormes charcos de lixiviados, orina, heces y agua residual. Los depósitos de basura se extienden con el paso de los días a medida que los inquilinos de los campamentos arrojan a ellos cubetazas de basura casi permanentemente.

Las jardineras y guarniciones ahora son tendederos de ropa y gente de toda las edades ocupa los largos periodos de sol del día para darse baños de esponja con agua no necesariamente muy limpia. La ruptura intencional o accidental de algún ducto de agua que ofrezca un geyser intempestivo de agua fresca es motivo de gran alegría para los inquilinos quienes se desnudan casi de inmediato para lavarse y lavar sus pertenencias al mismo tiempo.

Con todo y la precariedad, la vida social se recrea en la ciudad, hay comercio, se cocina al aire libre, los niños juegan, las familias conviven y algunas festividades propias de la cuaresma se han llevado acabo por las noches, bajo la luz de las velas por que la electricidad no está reestablecida.

Las noches son muy obscuras y con muchas estrellas, las calles se llenan de sonidos. Gritos, aullidos, palmas y cantos se escuchan a lo lejos. Cómo si se estuviera en una selva de concreto, que al igual que las tradicionales cobra vida en las noches al amparo de la luna.

En estos días se ha fijado una cifra de muertos que ronda las 230 mil personas. Sin embargo, se teme que las toneladas de escombros que continúan sin remover alojan a varios más. Al momento, las calles han sido las más escombradas pero al interior de los predios privados, cientos de edificios continúan cómo los dejó el sismo. Muchos particulares han empezado la demolición manual de sus estructuras dañadas y han logrado reducir a polvo casas, oficinas y locales a base de mazos, picos y palas. Otros tantos han empezado a reparar viviendas y locales que mostraban demasiado cuarteadas y con severos problemas estructurales. Por lo general sólo han cambiado los ladrillos rotos y resanado las grietas, no existe ninguna evaluación del daño estructural de los inmuebles o un diagnóstico serio de los riesgos de colapso, lo importante es ponerse en pie, aunque sea en un solo pie.

El comercio está de regreso en la calle, se vende carbón, caña de azúcar, yuca, mandarinas, naranjas y calabazas. Granos y aceites importados, cigarros, botellas de ron y whisky (muchas fueron saqueadas de los locales derruidos). La ropa y los zapatos usados, igual que las pacas que se venden en las inmediaciones del metro Pino Suarez, también dominan la escena y representan la única oportunidad de vestido para muchos. Otros giros incluyen la presencia de empleados de telefonía celular que con aparatos portátiles ofrecen llamadas, además de puestos que ofrecen recargar celulares, negocio muy rentable considerando que en las casas no hay luz.


La artesanías haitianas aparecen en todas las esquinas. Madera tallada y cuadros de colores brillantes y formas alargadas dominan el espacio de los puestos. También se venden banderas haitianas y estadounidenses. A pesar de los episodios anteriores de intervencionismo norteamericano en Haití, muchas personas han desplegado banderas de los Estados Unidos y prendas con barras y estrellas. Al menos una parte de los afectados considera que sólo los “Marines” son capaces de imponer orden en las reparticiones de comida y acelerar las medidas de remediación y reconstrucción, además de apuntalar la seguridad. Pareciera que portan los símbolos yanquis buscando generar simpatía entre los gringos y así acceder a su ayuda, su logística y sus recursos.

Los propios marines son escoltas de jóvenes voluntarios norteamericanos que organizados por una iglesia o universidad han venido a expiar su consciencia humanitaria al país más pobre de América. Algunos ayudan otros vienen de safari y se pasan el tiempo sacando fotografías de los haitianos en su hábitat, montados en un “Hummer “ del US ARMY.

La presencia de la prensa ha bajado conforme las finanzas de los conglomerados mediáticos se fueron mermando. Los que quedan están cubriendo el juicio de los americanos que quisieron sacar 33 niños haitianos hace unas semanas. Los campos, la destrucción y la ayuda son temas cada vez menos pedidos por las redacciones, en algunas semanas quedaran muy pocos y los primeros en lamentarlo serán los hoteles de lujo de Puerto Príncipe (Lujo a nivel haitiano) que en estos días cotizaban habitaciones y alimentos a precios de Dubai. Chóferes, asistentes, traductores y motociclistas irán siendo despedidos conforme los reporteros se vayan y ya no haya a quien llevar.

La gente volvió a ser nota el viernes, cuando a las 5 de la mañana una pertinaz lluvia sorprendió a todos. Muchos editores esperaban que el agua complicara todo y que la gente desesperada se violentaría. No ocurrió. La ciudad se levantó un poco más clara, el polvo fue descolgado del aire haitiano y se develó una nueva perspectiva de la destrucción y el hacinamiento, ni mejor, ni peor, sólo más clara y con un viento más fresco.

Ahora son las siete treinta de la noche, la calle huele a diesel quemado por las generadores de electricidad, a heces, a orines, a sudor a descomposición y a comida frita propia del caribe. Se oyen coros y acordes del típico compas Haitiano, hay algarabía, los niños corren, también hay lamentos y hambre, pero la gente no se priva de vivir. Siempre he pensado que un terremoto como el de hace un mes habría causado más traumas, desolación y pérdidas en otros países del mundo. Los Haitianos no tenían mucho que perder materialmente, perdieron seres queridos y miembros de su comunidad, pero el nuevo orden de existencia que les ha planteado el post temblor ha resultado en nuevas comunidades, donde la vida persiste apoyada en la memoria de un pueblo golpeado y humillado pero enriquecido por su mestizaje, las ocupaciones sufridas y los episodios vividos.

Desde el viernes 12 hasta el domingo 14 se han declarado 3 días de oración y alabanzas en memoria de los muertos del sismo. Los cantos se oyen por doquier, son días de guardar, los locales cierran, los transportes paran, las calles lucen vacías, todos buscan llevar algo blanco y Puerto Príncipe se toma un respiro.

lunes, 8 de febrero de 2010

Dominicana 1

Parece que me ha tocado ver la parte menos atractiva de República Dominicana, aunque también la más real. Santo Domingo tiene buen lejos, pero si se pone atención se ve que mucha de su infraestructura se encuentra deteriorada, sus parques descuidados y la basura aflora por momentos en bajas dosis y en otras ocasiones a raudales. La Ciudad parece haber tenido 2 momentos recientes en los que fue remozada, uno en 1992 con el quinto centenario del descubrimiento de América y otro en 2003, antes de ser sede de los juegos Panamericanos. El esplendor se percudió y aunque hay zonas con cierto aire de renovación la mayoría del puerto se desvencija.

El marco de la capital dominicana es espectacular ,el mar Caribe con una paleta de colores azules y verdes eléctricos se estrella con acantilados de origen volcánico formando bufadoras. Palmeras adornan todo y tanto el malecón como el libramiento que va al aeropuerto ofrecen vistas maravillosas del litoral.

Otra vez viendo de cerca se puede uno percatar que el malecón está sucio y que muchos de sus visitantes tiran basura al mar que latiguea unos metros abajo. El centro, o zona colonial, tiene un atractivo especial considerando que muchos de sus edificios se puede contar como algunos de los primeros realizados por los colonizadores en América (Ésta es considerada cómo la primera ciudad fundada por europeos en el nuevo mundo). El patrimonio arquitectónico es vasto y los edificios coloniales conviven con algunas construcciones de corte neo clásico realizadas en el siglo XX y que emulan oficinas de gobierno norteamericanas.

Algo que impresiona de Santo Domingo es la cantidad de supermercados que existen. En la avenida Churchill que cruza de norte a sur la Ciudad hay por lo menos 4, todos de diferentes compañías y ofreciendo no sólo abarrotes sino electrónicos y ropa. Son una combinación de súper mercado y tienda departamental, por lo general se encuentran abarrotados. La economía aquí es ciertamente boyante, considerando que el 39% del PIB dominicano se genera en ésta ciudad. Por doquier hay restaurantes de comida rápida y franquicias de las que pueblan la mayoría de las ciudades del mundo. Los coches de lujo abundan y su existencia ha comenzado a llamar la atención de las autoridades, hay indicios de que los narcotraficantes colombianos han visto en dominicana un cluster ideal para sus operaciones.

Igualmente un sector con mucho crecimiento, aquí y en todo el país, es el relativo a las importaciones y a las exportaciones. Acá no se producen muchas cosas, los autos, las motos, materiales de construcción, aparatos electrónicos y bastante ropa viene del exterior y las aduanas son su puerta de entrada a la nación. Incluso el termino dealer es reconocido en el país, cómo el personaje que te puede conseguir cualquier cosa en todo el mundo si tienes cómo pagarlo.

Conocí la aduana al ir a recoger un paquete que excedía los 200 dólares de valor y que por lo tanto merecía cobro de impuestos. El lugar es el colmo de anacronismo, la ineficiencia y el exceso de personal. Nada funciona y todo se articula para hacer el proceso engorroso y hacer que uno incurra en corruptelas y contrate a unos supuestos verificadores que se encargan de conducir a uno por la maraña burocrática del lugar para conseguir sacar su mercancía en un solo día (no necesariamente rápido). Mi última visita, para sacar unas pilas para laptop, se llevó 7 horas y estuvo a punto de no concretarse, cuando después de completar un proceso de unos 15 pasos no había un mensajero que llevará mi expediente del segundo piso de la aduana al primero. No podía llevarlo uno mismo y tenía 3 minutos para hacerlo llegar a la caja, en el primer piso, para que no dieran las 6, cerrarán y me fuera con las manos vacías. 100 pesos locales (menos de 3 USD) ,pasados discretamente, hicieron aparecer al dichoso mensajero. Lo conseguimos en un solo día.

El tránsito es un tanto pesado, aunque viniendo de nuestro reducto tenochca, un tapón de 15 o 20 minutos es casi nada. Eso si, por todo Santo Domingo hay obras faraónicas para mejorar el tráfico, que incluyen puentes a desnivel, túneles e incluso un segundo piso. Un línea de metro complementa la infraestructura vial, aunque sólo tiene una línea y cuesta 30 pesos dominicanos por viaje (unos 10 pesos mexicanos).

Más allá del mar, el casco viejo de la ciudad y la buena gastronomía, los turistas extranjeros vienen a Santo Domingo a jugar en los casinos y a los abundantes table dances y burdeles con oferta local y de países cómo Colombia, Venezuela, Brasil e incluso Europa y Estados Unidos. Los bares y restaurantes de la ciudad son muy visitados por longevos extranjeros que llegan de la mano de una mulata en sus ventitatos, ataviada con alguna prenda reveladora. Muchas jóvenes también se emparentan con gringos con de evidente sobrepeso, mientras que mulatos y negros con cuerpos torneados corren o juegan en las playas cercanas esperando ser observados por europeas y norteamericanas, con mucho peso corporal y económico, para pasar unos días en un resort de lujo o incluso salir del país.

Para la mayoría de los jóvenes la diversión está en las calles, lo común es ir al malecón con muchas cervezas “Presidente” y departir con los amigos escuchando reggaeton, Bachata y Merengue y de vez en vez comiendo carne de res frita, parecida a la cecina, o de puerco, qué le tira al sabor de las carnitas. En las tardes, la gente de la zona centro de la ciudad sale a tomar al fresco y varias mesas de dominó se instalan en el parque, el malecón también es poblado por familias que vuelan papalotes.

La vivencia de Santo Domingo se termina pronto para mi, ya que generalmente tras pasar un día acá salgo hacia Puerto Príncipe cruzando el sur dominicano.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Haití, tan cerca y tan lejos

La primera cosa que deja ver la pobreza de Haití es su depredado medio ambiente. La atmósfera cambia radicalmente tras haber pasado por la aduana, en el país más pobre de América lo primero que faltan son árboles y lo que abunda es el polvo. Las cordilleras que lo atraviesan están completamente deforestadas y sólo existen pastos, arbustos y cactos por doquier. El terreno es calizo y mientras lo atravesamos un polvo muy fino ya ha terminado de tomar el interior de la camioneta en la que viajamos luego de que el aire acondicionado se averiará y no quedará otra que abrir las ventanas.

La carretera dominicana en la llegamos hasta acá desapareció unos metros antes de la aduana. Dio pasó a un camino de grava flanqueado por aguas estancadas y algo mal olientes del lago Sumatra. La última crecida del lago, provocada por una tormenta en 2008, inundó el cruce, las instalaciones aduanales y muchos campos de cultivo en terreno dominicano. El camino es lo único recuperado, aún queda mucho bajo el agua. Pensar en que una contingencia como esa aún no ha sido resuelta, siendo que ocurrió hace varios meses, me pone a pensar en lo mucho que tardará el país en recuperase de una mucha mayor cómo fue el terremoto del 12 de enero.

Pasando la frontera haitiana aparecen desvencijadas camionetas compactas de origen oriental que arrojan una nube de humo negro al arrancar. Todas andan con pesar y aún así sus dueños se encargan de colocarles un caparazón de madera con pinturas o figuras de los más diversos motivos; todos pintados en colores muy brillantes. La inspiración haitiana para decorar el medio de transporte que domina el país va desde figuras de leones africanos similares a las plasmados en las prendas reggae, hasta retratos del rapero 50 Cents, o los genios del fútbol Leonel Messi y Kaká. No sé cuántos kilos le suma el cápasete a la carrocería, pero imaginen que todo está confeccionado en madera y acero y que además está hecho para ser atiborrado de personas y cargas diversas.

Transitamos sobre la carretera troncal del país y la vía no cuenta con ningún tipo de señalamiento, ni mucho menos líneas que la dividan, el pavimento desaparece a menudo dejando de nuevo la grava blanca a la vista. Por momentos el camino parece estar por debajo del nivel del enorme lago que lo flanquea pero un simple borde de arena y piedras impide la inundación. Al otro lado del gran cuerpo de agua existen caseríos con viviendas de palos, lamina y lodo, ocupados en su mayoría por productores de carbón vegetal, combustible que sirve para cocinar en casi todo el país y culpable parcial de la destrucción del ambiente.

Lanchas de remos, impulsadas muchas veces por niños, atraviesan el lago durante todo el día con enormes bultos de carbón a cuestas. El carbón será pesado en la otra orilla y subido a una de las pick UPS con decoración barroca que les reseñé antes para ser llevado a los poblados ubicados a lo largo del camino y a Puerto Príncipe. Las camionetas también regresarán con cajas de whisky o ron, qué también serán pasadas por lancha para cruzar de forma ilegal a Dominicana a través de un paraje denominado como tierra nueva. Lo mismo ocurrirá con muchas otras mercancías, muchas de ellas ilegales.

Nos separan 75 kilómetros de Puerto Príncipe, en el camino aparecen poblaciones no muy definidas con construcciones diversas. El panorama está dominado por obras inconclusas o proyectos de cooperación internacional abandonados o en franco deterioro. Casas de interés social para damnificados de algún huracán, albergues para niños huérfanos, proyectos turísticos para la ribera del lago y otros tantos proyectos privados que incluyen casas, fincas o fraccionamientos campestres de los que sólo se completo la entrada.

El lago resulta bastante escénico y plagado de escenas con potencial fotográfico. Existen minas de arena y grava que han revelado enormes paredes y peñascos blancos producidos por el subsuelo calcáreo de la zona. La blanca roca se combina con el agua y origina pozas color verde esmeralda adornadas por juncos. El encanto se termina cuando la basura dejada por los que transitamos el camino invade la ribera de los estanques y los camiones remueven el polvo circundante tornando turbias las aguas.

Dejando el lago atrás, aparecen nuevos poblados en los que se asoman cultivos dispersos de caña, plátano, papa, zanahoria, y yuca. Muchas veces no se ocupa el surco sino recuadros similares a los empleados en África.

En el medio de uno de esos pueblos, en un terreno no mayor a las 8 hectáreas, hay una arbolada dominada por ceibas, jacarandas y palmas. Sólo una muestra ínfima de lo que debió haber sido el medio físico de esta parte de la isla antes de que su convulsionada historia política y económica la acabaran por completo dejando todos los alrededores pardos y una ambiente seco, caliente y denso por el polvo que vuela por doquier.

Conforme nos acercamos a Puerto Príncipe comienzan a aparecer los daños. Primero son bardas, luego casas, luego escuelas, albergues, colonias enteras. En los patios de las casas destruidas hay construcciones provisionales o tiendas de campaña a donde se han mudado los damnificados o gente con su casa en pie que tiene demasiado miedo como para ocuparla en las noches.

Los pueblos se convierte de pronto en Puerto Príncipe, el gris domina todo, la mayoría de las casas y los locales han sido construidos con bloques de arena como los que conforman muchos de lo hogares pobres de nuestro país. Al polvo común hay que añadir el proveniente de los escombros. Entre las banquetas y el pavimento por lo general hay fosos donde la gente tira todo tipo de desechos y donde muchos orinan o defecan mientras caminan. Debo decir que esta conducta pudo haber sido motivada por el caos que generó el sismo.

Los pocos bulevares que tiene la ciudad tienen un tráfico insufrible, tardamos horas en entrar y otro tanto en llegar al aeropuerto, dónde se han ubicado todas las delegaciones de ayuda internacional y medios de comunicación. El tráfico está desquiciado por los tanques de los cascos azules de la ONU, las camionetas todo terreno de las ÓNG´S y sobre todo por que miles de personas se agolpan a las afueras de la embajada de Estados Unidos, el aeropuerto y la sede de naciones unidas bloqueando las vías de comunicación.
La autoridad local no existe y la gente parece buscar una referencia oficial que le diga que hacer o que le de soluciones a sus necesidades más básicas. Igualmente los medios de comunicación se han vuelto la mayor fuente de trabajo, las agencias, canales, diarios y radios internacional han movido a corresponsales y equipos técnicos que necesitan urgentemente de ayudantes locales que les permitan entender las entrevistas que hacen en creole con los oriundos y chóferes o motociclistas que los muevan a través del laberinto de calles que representa la capital haitiana.

Todos los espacios abiertos de la ciudad están tomados por gente que perdió su hogar en el terremoto del 12 de enero,. Al igual que en el trazo de la ciudad, los campamentos de damnificados se han levantado de forma anárquica y con lo poco que la gente ha podido tomar de entre los escombros y la basura. Palos, tubos, sábanas, cartones, laminas y bolsas de plástico conforman las nuevas viviendas.

El centro de la Ciudad parece una zona de guerra. Los escombros afloran por doquier, coches aplastados se ubican entre los escombros, sillones, persianas, papeles y restos de computadoras se desperdigan por los alrededores, todo salió expulsado por la presión que ejercieron las lozas de concreto al momento de desplomarse. La gente busca recuperar cosas de entre los escombros; sillas, cojines, tapetes, puertas y sobre todo las varillas y laminas que luego se pueden vender bien en el mercado de desechos. En las banquetas hay grandes cajas de madera vacías, que han sido sacada de los almacenes y saqueadas.

En toda la ciudad no hay zonas bonitas, aunque en algunas cuadras hay viejas casas de diseño francés y cierto patrimonio arquitectónico, así como árboles y magras áreas verdes que resultan un bien muy preciado.

La plaza central de la Ciudad está ocupada por miles de personas que acampan en el parque y que por la noche expenden sus dominios a las calles circundantes para dar cama a todos. El palacio presidencial está completamente destruido, igual que las oficinas de gobierno y la catedral. La gente se baña en la plaza con esponja y jabón mientras que otros defecan y orinan en plena calle. La atracción de la tarde ha sido el hallazgo de 3 cuerpos dentro de un auto recién sacado del fondo de una montaña de escombros, el olor es terrible y las lesiones indescriptibles, la gente se ha juntado a mirarlos y todos esperamos a que venga alguien a recogerlos, pasa media hora y no ocurre, durante la espera una chica se ha agachado para orinar junto a la banqueta luego de levantarse un poco la falda. Finalmente llegaron por los cuerpos, sólo hay bolsa y camilla para uno, los otros dos tendrán que esperar.

La prensa ocupa también algunos de los pocos hoteles que quedaron en pie (al menos parcialmente) El hotel Plaza, al lado del parque central, ha sido tomado por CNN, quien ha instalado un estudio de transmisión en la terraza que da a la plaza copada por damnificados. Muchos medios más se han movido a los Hoteles Ritz y Villa Creole ubicados en el Petion Ville en, la zona alta de Puerto Príncipe, supuestamente dotada de un subsuelo más seguro que aguantaría otros temblores. Me dirijo a Villa Creole, ahí están algunos compañeros, el camino es insufrible, tráfico a vuelta de rueda, basura se queme en las baquetas, los escombros que han caído de las laderas bloquean carriles y vendedores ambulantes saturan el espacio ofreciendo desde caña de azúcar hasta baterías coreanas.

En Petion Ville vive parte de la clase alta haitiana, los caminos principales se intersectan con pequeñas calles empedradas que llevan a fraccionamientos amurallados, coronados con alambre de púas. Guardias, muy pocos, cuidan los accesos armados con rifles de muy grueso calibre. Me resulta incomprensible que un solo guardia sea suficiente para amilanar a los miles que se agolpan afuera buscando que la gente rica o los reporteros les den algo de comer o agua.

Entramos a la privada que lleva al Villa Creole, afuera del hotel hay un campamento con heridos, algunos de ellos graves o agonizantes, muchos son parientes de empleados del hotel que quedaron sin casa y se instalaron acá buscando un lugar seguro para dormir y la atención médica de los doctores voluntarios hospedados aquí.

El Hotel, parcialmente destruido por el sismo, ha sido tomado por la prensa, la azotea está ocupada por antenas satelitales, mientras que los técnicos que las operan acampan a un lado realizando transmisiones día y noche con los reporteros de todos los canales que hacen fila para ser realizar sus “en vivos”, las 24 horas. La zona de la alberca y sus alrededores es redacción de otros tantos medios, teléfonos satelitales son apuntados al cielo, mientras que reporteros estresados redactan un cable y lo envían por la línea de Internet que abre el aparato o la dictan a insaciables editores. Cuando muchas redacciones han cerrado, todo mundo se relaja, hay comida, bebidas frías y botanas, además de meseros, cerveza y vinos. Afuera la gente herida grita, se queja o lamenta sus muertos pero el Prime time terminó y hasta mañana retomaremos la tragedia… es tiempo de socializar y relajarse. Todo mundo quiere ver de cerca lo que pasó aquí pero la crudeza termina por hacer que muchos prefieran alejarse y buscar su sitio en la pantalla del ordenador y la línea de internet, refugiados siempre por las murallas de Petion Ville.

sábado, 30 de enero de 2010

Viaje a la frontera

Ya son las 18:30, finalmente han casi transcurrido las 9 horas que debía pasar en San José y ahora debo tomar otro avión a Santo Domingo. Me he cansado de recorrer las tiendas de la terminal y de darme cuenta de que todas venden lo mismo.

Ahora estoy abordando el avión, es bastante más pequeño que el anterior pero tiene la particularidad de que cada pasajero tiene su propio pantalla de cristal líquido frente sí y puede elegir entre varias opciones de entretenimiento. Me encantó ver un churrazo hollywoodense que requería bastante teflón mental y simpleza para ser disfrutado, algo que sin lugar a dudas había logrado acuñar tras mis horas en Costa Rica. Lo más interesante era ver cómo todo el menú era gringo y cómo todo resultaba conocido, aún cuando no sigo series ni veo tantas películas comerciales.

El aeropuerto de “Las Américas” en Santo Domingo es un gran elefante blanco y deja ver su pretensión desde el nombre. Es grande y el hecho de que varios aviones de gran calado estuvieran aparcado ahí esperando poder volar hacia Haití, lo hacia parecer más importante. Todo expiró cuando el carrusel que debería haber sacado nuestras maletas se quedo atascado por 12 minutos cuando su motor no fue capaz de arrastras los bultos pesados.

Santo Domingo, podría pintarse como una mezcla de Acapulco, Veracruz y Monterrey. Al llegar me pareció un poco más como Veracruz, pero era de noche y sin duda mi percepción era bastante limitada.
Me alojé en el Melía, un hotel no muy nuevo pero ciertamente cómodo y bien atendido justo en el malecón de la Ciudad. Luego de pagar 40 dólares por un viaje menor a los 15 minutos , me encontré en la recepción con Steve Nesius, un fotógrafo free lance que vive en Tampa, cubriendo deportes ,y quien ahora estaba encargado de coordinar envíos de equipos, provisiones y gente hacia Puerto Príncipe, a través de las carreteras del sur dominicano. No hubo instrucciones, “see you at seven! Don´t worry, once you get there you’re gonig to know what to do“, dijo.

OK, son las 8 del día siguiente y ya estoy transitando por calles de Santo Domingo con un chofer dominicano, un productor venido desde Líbano y un camarógrafo basado en Washington DC. He podido ver más de Santo Domingo y en definitiva de día me ha parecido más cómo Acapulco, tiene una avenida costera muy similar que se llama George Washington, igualmente hay otras grandes avenidas con nombres de norteamericanos ilustres como la Abraham Lincoln y la John F Kennedy. Desde la dictadura de Leonidas Trujillo en la primera mitad del siglo XX éste país tiene nexos muy importantes con Estados Unidos perceptibles a lo largo y ancho de la capital. No por nada 98% de sus exportaciones van para allá.

La Ciudad muestra cierta bonanza económica en sus grandes edificios de apartamentos que van de los 8 a los 30 pisos. Construcciones en las que la tablaroca, las tejas y las cornisas se encargan de forjar cierto aire señorial y suntuoso. Igualmente lo lujoso de las viviendas contrasta con el empleo de rejas (igual que en varias unidades habitacionales mexicanas) en puertas y ventanas, incluso en los pisos más altos,- Según los locales, los merodeadores se las han ingeniado para entrar a las casas de arriba desde el techo. Percibí esas rejas como un primer signo de la desigualdad económica de esta nación.

Pero la desigualdad se puede ver en todos lados. En la calle la mayoría anda en autos japoneses de hace unos 15 años, todos bastante destartalados y el transporte público lo dominan vans Daihatsu y unos microbuses de la misma marca. Muchos circulan incompletos, sin salpicaderas, puertas o ventanas. Hay una línea de metro recién construida que cuesta más de 10 pesos por viaje. Entre todo ello, camionetas todo terreno, Toyota, Nissan o Mercedes Benz aparecen de vez en vez igual que coches lujosos de esas y otras marcas. Para muchos el automotor más accesible son las motonetas japonesas con motores de 50 centímetros cúbicos que valen menos de 650 dlls y se puede pagar a crédito (algo cómo lo que busca hacer grupo Salinas con Italika en México). La salida de la Ciudad al igual que en muchos lugares de América Latina está dominada por colonias marginadas, casas de laminas ubicadas entre los cerros y en las orillas de los ríos Ozama e Isbela.

A pesar de las similitudes, México y Dominicana son incomparables. El tamaño de nuestra economía y la infraestructura que tenemos es infinitamente superior, al igual que nuestras posibilidades de desarrollo. Sin embargo el país tiene una pujanza importante comparado con varios de sus vecinos.

La ruta para llegar a Puerto Príncipe se ha trazado a lo largo del sur dominicano. San Cristobal, Baní Azua, Barahona, Duvergé y Jimaní son los poblados ubicados a lo largo de 280 kilómetros de carretera. Todo el camino sucede entre cerros con vegetación baja de hoja caediza, que se mantiene pardas en las secas y frondosa al llegar las lluvias. La prosperidad de los poblados se va diluyendo mientras nos alejamos de Santo Domingo, igualmente el color de la gente te torna más obscuro cada vez. Sin duda nos acercamos a Haití.

La frontera entre Haití y Dominicana simplemente está marcada por el fin de la carretera en la que viajábamos y la llegada a una camino de tierra inundado en ambos lados por las aguas del lago Sumatra. Una simple reja separa la aduana de cada país y da paso a una franja de terreno, considerada “zona libre”, donde cientos de haitianos se han establecido para comerciar productos importados de varios países del mundo entre la población haitiana que se ha marchado a vivir a Dominicana. Igualmente te abastecen para luego vender en el interior haitiano y la capital.

No hay preguntas, uno pasa libremente, los dominicanos y los haitianos asumen que si uno quiere pasar a la república más longeva de América Latina es para ayudar o para cubrir las secuelas del sismo. Aún cuando comparten la misma isla la diferencia entre el lado hispano y franco parlante de la isla es abismal, económica, social pero sobre todo culturalmente. Pasamos la última reja, oficialmente esto es Haití y la llegada merece otra crónica.